Por Concha Solano y Júlia Araújo Mendes
violencia, la que corre por mis venas
castrada desde su origen
violencia recibida y tolerada
sin respuesta
mutilada
vicisitudes violentas
violaciones por doquier
mis gritos silenciados
mis manos siempre abiertas
sin conocer los puños
golpe tras otro soportado
en los confines de mi cuerpo
un golpe es más un golpe
preliminar de sucesivos
acontece al venidero
sin pelos
de piernas cerradas
mejor callada
sonriente
no más niñas buenas
ni mujeres silenciadas en cada golpe
sin gritar a quien les gritó
ni agredir a quien les agredió
ni violentar a quien les violentó
para el mito de la condescendencia
ya no quedan más creyentes
no más niñas buenas
ni mujeres atragantadas
ni excusas para enfadarse
ni vergüenza por rebelarse
doblemente violentada
me violento en mi no violencia
en la violencia negada
en la furia aplacada
la rabia rebotada
toma impulso
y se vierte sobre mí
necesito como el aire que respiro
desaprender lo aprendido
balbucear mis primeras protestas
y librar mi primera batalla
dar mis primeras patadas
y empuñar mis manos en la cara
de quién sobre mí
descargó su saña
necesito no necesitar
amar sin callar
sin devociones
sin proyecciones
mi cuerpo libre de improntas obedientes
cuerpo sedicioso
que ya no es sombra
y comienzo con mis armas
me atrinchero en mis palabras
y en la retórica que proyectan las balas
que mi pluma dispara
como dardo cargado con munición sanguinaria
como flecha de tinta enrojecida
ensangrentada
os aviso, voy armada
mis armas serán mi voz, mis palabras, mis acciones
contundentes
os apunto a través de mi ojo crítico
os desarmo con mis armas
y con las vuestras
os apunto con mi cuerpo
ya apropiado
que ya no será más
arrebatado