Archivo de la etiqueta: Chantal Maillard

Gris

Ayer me decía una amiga que ser feliz es poner al límite nuestras capacidades.

Me chocó la definición.

Me apasionó.

Quise repetirla infinitas veces.

Tal vez en un intento de transformarla en verdad.

Pero ¿qué verdad?

Siento que hiere pensar en mis capacidades.

¿Poner al límite algo que no creo haber descubierto aún?

Me mareo.

No sé si por las vueltas que da mi cabeza o si por el calor, el bochorno de esta ciudad que se niega a brindarme un cielo despejado.

¿Casualidad?

Despejada no estoy.

Me he despertado con un extraño sentimiento de culpa y vergüenza. ¿De qué?

Resaca moral.

Tal vez etílica también.

“Relatarse sin encubrimientos ni traiciones”, leía en la solapa del libro de Chantal Maillard.

He aquí lo que intento hacer.

Enamorándome porque el tiempo se diluye en estados etílicos pulsantes.

¿Y mis capacidades?

¿Y los límites que debería alcanzar?

¿O superar?

La idea me vuelve a chocar.

No quiero entrar en un bucle.

El cielo está teñido de gris.

Llueve cenizas.

Bien podían ser mis lágrimas.

Me dejo ir.

———————————————

* El «ayer»: el jueves, primer día de los incendios de Cortes de Pallás y Andilla.


In the mood for Chantal

Leer a Chantal Maillard es como un golpe seco.

Es como un golpe sordo.

Duele, pero no para gritar.

El grito está contenido en las mismas líneas que ella escribe.

Y aprisionan.

¡No! Pero es también tu grito en aquella escritura.

Duele, pero es como probar el dolor una sadomasoquista.

Repito los mismos versos dos, tres, ¡cinco veces!

Porque el impacto de aquél golpe me dejó sin aire…

al punto de sentirme hasta bien.

La respiración entrecortada me dice que fue droga fuerte.

No quiero cerrar sus páginas.

El dolor real y liberador es vicio.

Es agua envenenada que, por fin, puedo beber.

******************

(…)

escribir

para sellar la paz

para conciliar

en mí

para perdonar en mí

escribir

la culpa misma que golpea y se licúa

en el pecho

y surte y es agua que mana

con fuerza y que nos une

agua que forma

remolino de amor irradiando

todas las culpas son

el mismo sufrimiento

el de existir queriendo

queriendo serlo todo

queriéndolo too

y todo está en mis manos

en esta encrucijada donde permanecemos

el tiempo suficiente

para sufrirlo todo

en mi interior barrunto el gran estruendo:

todo el dolor del mundo me pesa entre los muslos

abrid los ojos: ¡ved!

Es tan terrible vivir

¡quien sobrevive saluda!

morituri somos todos

toda la historia de tu estirpe

está presente y te reclama

como crisol

eres

la mediadora

operas

en ti misma el milagro

de la conciliación

y de repente soportas

el peso del mundo y su dolor

lo bebes todo entero.

Agradecida.

(…)

(fragmento de Escribir, en Matar a Platón, de Chantal Maillard)